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Cooperativas y Coronavirus


Por Jerónimo Lozano González, director de la Unión de Cooperativas Agrarias de Castilla y León, URCACYL.


En estos momentos de zozobra, incertidumbre e inseguridad, debido al Coronavirus, apelamos al sentido común y al cumplimiento perseverante y riguroso por el conjunto de la sociedad, de las normas que nos transmiten las autoridades sanitarias, sobre prevención, higiene y seguridad.


Pero al mismo tiempo es más necesario que nunca, y así se está haciendo por aquellos que hacen cabeza en nuestras empresas cooperativas, afrontar con serenidad y responsabilidad las obligaciones del cargo, y ser pacientes con los especiales quebraderos de cabeza que en estas circunstancias generan la logística, el establecimiento de protocolos de actuación y los cambios laborales con el consiguiente esfuerzo que están suponiendo para nuestros trabajadores.


Las prioridades han cambiado de un día para otro, y sí hace tan solo unos días estábamos pensando en las vacaciones de Semana Santa o en las reivindicaciones de unos precios justos para el sector agropecuario, ahora estamos centrados en el cuidado y la atención de las explotaciones ganaderas y en la producción de alimentos para atender una demanda creciente de los consumidores.

Son momentos de unión, de apoyo y de solidaridad entre todos los ciudadanos, más allá de criterios políticos o partidistas, o de lindes territoriales o autonómicas. Tenemos un enemigo común contra el que luchar, un enemigo que no respeta clases sociales ni ideologías, que se introduce en municipios muy grandes, pero que también acecha a las pequeñas poblaciones en las que se encuentran los socios de nuestras cooperativas. Un enemigo con el que todo queremos acabar más pronto que tarde.


Por ello también se precisa, y así se está haciendo, de la unidad de los diferentes eslabones de la cadena alimentaria, de la producción y la industria, en los que estamos especialmente implicados las cooperativas, y de la distribución, de la que también participamos en una pequeña proporción, y todo ello coordinados con la administración, en este caso a través de la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, y atendiendo las necesidades de los consumidores.


Muchas empresas han tenido que echar el cerrojo a sus negocios por diversos motivos; unas porque se lo impedía la normativa debido a que su actividad conllevaba una gran concentración de personas en espacios acotados, otras porque carecían de repuestos o porque sus géneros habían dejado de generar demanda en el mercado, y unas terceras quizás por miedo o precaución.


Pero quienes no han podido cerrar han sido esos ganaderos que a diario tenían que seguir ordeñando y alimentando a sus ganados, ni tampoco esos agricultores que debían finalizar la siembra de la remolacha o tirar el nitrato a sus cereales. Tampoco han cerrado nuestras fábricas de piensos, ni nuestras plantas hortofrutícolas, ni las envasadoras de leche o de postres lácteos, ni las cooperativas que sacrifican terneros o disponen de salas de despiece, ni las que producen azúcar o miel. Y eso no quiere decir que no se hayan sentido afectadas o que no tengan problemas. Problemas tenemos, fundamentalmente con todos aquellos productos que tenían una especial vinculación con el sector de la hostelería y de la restauración; el consumo de vinos o de determinadas carnes como pueden ser especialmente los lechazos, los tostones o los chuleteros.


Siempre se ha dicho que el sector agroalimentario es un sector estratégico, pero sólo ahora se percibe con una mayor nitidez y claridad. Se ha visto en los últimos días, cuando la gente se aprovisionaba de alimentos de forma desmedida, (a pesar de no existir problemas de abastecimiento) y se podría ver todavía más, si se produjesen cierres de fronteras con mayores restricciones. De esto son conscientes los trabajadores y los socios de las cooperativas, a los que nunca agradeceremos lo suficiente el enorme servicio que están prestando a los consumidores para abastecer los mercados en estas circunstancias de crisis.


Saldremos de esta crisis, estamos convencidos, y será el momento en el que la sociedad pueda y deba exigir a los gobernantes un mayor apoyo al esfuerzo de agricultores y ganaderos, y como tal sociedad otorgue un mayor reconocimiento social al imprescindible trabajo que los profesionales del campo desarrollan.


Nuestro agradecimiento a los transportistas, profesionales de la salud, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, de las cadenas de alimentación, y también nuestro cariño y solidaridad hacia todos aquellos que lo están pasando especialmente mal, especialmente a nuestros mayores o aquéllos cuyos puestos de trabajo peligran seriamente. Que Dios nos guarde a todos y que las cosas vuelvan a su cauce lo antes posible.

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